Cuando pensamos el presente, el presente mismo se nos va vivo porque el presente en el que discurre nuestro existir, el ahora del ya mismo, no queda explicado por nuestras nociones habituales de presente, por esa especie de puro presente que escapa al decir ya sólo mientras se está diciendo. El presente que quiere ser abordado en este libro, sin embargo, es este: el que vivimos, el que vive en presente el pasado y el que, en el presente y sólo en él, tiende al futuro. Todo esto es lo que parece estar concentrado en el adverbio todavía. La existencia humana y la experiencia vital son siempre en su estar en proceso, por tanto, en su provisionalidad, como si el ahora en el que existimos reclamara, para tener sentido completo, algún modo de excedencia, alguna manera de desbordar su puntual acontecer. Como si el ahora inmediato sólo pudiera ser explicado del todo por el futuro que contiene. Como si el ahora del presente contuviera una ínsita tendencia a rebosar el ya en el que está, hacia un futuro que pone la carga de la prueba del sentido de la vida en lo que todavía no es. Glorificar el presente constituye,
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