Como buena índigo que soy (la energía índigo es, en términos
espirituales y de nueva conciencia, equivalente a un ser cuya misión en
esta vida,
entre otras, es la de romper moldes y estructuras
anquilosadas, dentro del núcleo familiar, con la finalidad de provocar
un avance, un salto cuántico,
hacer evolucionar al clan y romper para
siempre la inercia que lleva, cada tres o cuatro generaciones, que es
la de escoger a un chivo expiatorio, a
quien volcarle encima toda la
carga genética hereditaria, familiar y ancestral, que hará que viva
arrastrando con todas las culpas, los pesares y
demás dolencias, si
no es capaz de romper con la cadena; su esencia de conciencia diferente y
contradictoria es total en cuanto a manera de ver la
vida y de
pensar, haciéndole desentonar del grupo y actuar de modo distinto,
rompiendo tradiciones, a fin de liberarse y liberar también de esta
manera
la trayectoria de rueda de hámster de todo el sistema energético
familiar). He llegado, con mucho esfuerzo, a esta entrega de mi nueva
obra
literaria, una vez más, como todas las anteriores, para que
sirva de ayuda a todas aquellas personas que, como yo, hemos tenido que
vivir con la
etiqueta colgada de «oveja negra».
La decisión de
escribir acerca de este popular tema hizo que me enfocara en mi propia
percepción-investigación para actuar experimentando varios
casos de
prueba-error, hasta llegar al que, por lo menos para mí, es el acierto
absoluto, por el que, sinceramente, quien esté dispuesto, sea valiente,
osado y tenga el suficiente coraje para llevarlo a cabo, sentirá la mayor liberación experimentada al respecto.
«Liberarse»
de la etiqueta es algo que en un momento dado de la vida hay que
atreverse a experimentar. Armarse de amor propio y empezar a
cuidarse,
mimarse, quererse y valorarse, porque no se puede seguir esperando a
que lo hagan los demás. Todo empieza en nuestro interior, y vivir
en paz es algo que nos lo debemos a nosotros mismos, si es que de verdad deseamos una buena vida, en paz, armonía y bienestar.
Muchas
ovejas negras están ausentes en vida, de sus propias vidas, y cuando se
quieren dar cuenta, han pasado los años, se encuentran en el
umbral
de lo denominado «muerte» y ya no están a tiempo, quizá, de enmendar, de
corregir, de modificar, de rectificar o de poner remedio a su
problemática,
incluso muchos, quizá, ni siquiera son conscientes de haber vivido una
vida, que ni siquiera era la suya, sino una proyección de
ancestros,
antepasados y creencias subconscientes de familia biológica que le
adjudicaron y grabaron en su propio disco duro, a modo de mapa a
seguir en esta vida.
Las
herencias a veces son muy duras y muchos creen que inamovibles, aunque,
según mi punto de vista, todo se puede modificar y cambiar. Esa es
la
buena noticia, que existe una «liberación» para las consideradas ovejas
negras y que la propuesta está aquí, en este manual preciso, claro,
práctico,
directo, resolutivo, muy radical y contundente, que permite al lector y
a la lectora dejar a un lado el miedo, el abatimiento, el conformismo,
llenándolos
de fuerza, de valentía, de coraje y de valor para procurarles un gran
impulso que les hará ver las cosas desde una nueva y mejor
perspectiva,
aportando la suficiente claridad como para coger la sartén por el
mango, dar la vuelta a la tortilla y enfrentarse al clan para defender y
apostar
por una nueva y mejor vida, dejando así por el camino, de una vez por
todas, la etiqueta de oveja negra, liberándolos para siempre de ser
los borregos negros de la familia.
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